Fatiga democrática y la ética pública (El Estado contra sí mismo 2)

Por Sergio Montoya

Por Sergio Montoya

Si una persona médica se niega a practicar un aborto, para los valores del estado mexicano, este médico está incumpliendo su deber. ¿Es así, la médica debe practicar el aborto?

Varias médicas responderán que ellas estudiaron y juraron salvar vidas, no interrumpirlas. ¿Debe y puede el estado mexicano obligarlas a ello y sancionarlas en caso contrario? ¿Qué valores o ética están incumpliendo estas personas médicas: los personales, los profesionales o los del estado?

A donde quiera que usted volteé amable lectora, podrá observar que en todas las instituciones públicas encontrará los presumidos códigos de ética. Normativas que pretenden o prometen una función pública honesta. Pero existiendo estos códigos ¿por qué seguimos en pésima posición en el ranking de corrupción internacional?

Imagen: ASYSE

La realidad es que estos códigos son una consecuencia de la llamada fatiga democrática característica del siglo 21, en buena medida como consecuencia del aumento de la desigualdad, por efecto de la crisis económica global y de la mayor publicidad de los casos de corrupción, gracias a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

Esta corrupción ha minado aún más la credibilidad de la ciudadanía hacia las personas servidoras públicas. Y estos códigos éticos institucionales buscan generar confianza, pero se confunden con la de solventar dilemas de conciencia.

Estos códigos contemplan tanto actos éticos como sanciones a su incumplimiento. Pero la ética son principios guía, no un manual de cómo debe responder la persona en cada situación que se le presenta dentro de cada función en cada tipo de servicio público que brinda.

Sabemos que los actos morales brincan a actos éticos cuando se vuelven universales, y que la ética profesional es la guía de actuación universal de cada profesión. Pero hablar de ética pública, lo ha entendido el estado como el establecimiento de los valores en los que cree. Sujeta con ella a su servicio público y a las sanciones correspondientes, pero nada tiene que ver la ética pública con el régimen disciplinario. La ética solo es concebible en términos de estricta voluntariedad y ausencia de responsabilidad legal.

Es imposible, no debe, no puede existir algo llamado ética pública. Porque los valores en un estado dependen del tipo de sistema de cada estado. Así, los valores de un estado musulmán son diferente a los de un estado monárquico, y a los de uno socialista, o a los de uno capitalista. Incluso, lo que hoy es valioso para nuestro régimen, mañana no lo será. Pretender universalizar los valores de un estado es un acto de soberbia.  

Imagen: CC

Insertar la llamada ética pública en códigos como una noción de soft law contrapuesta a la de la normatividad vinculante y que se utilice como sustituto del Derecho por la ineficacia o el escepticismo frente a la capacidad regulatoria del mismo, no resuelve nuestros problemas de corrupción. Solamente incrementa la incertidumbre de las personas servidoras públicas sobre cómo deben comportarse.

En este sentido, le recomiendo buscar y leer mi artículo El Estado contra sí mismo, publicado en esta misma revista y que complementa las razones de la corrupción, y que obviamente un código de ética en las instituciones no va a resolver.

En respuesta a los primeros párrafos de este artículo, la persona médica puede anteponer sus valores éticos y profesionales en el ámbito privado, pero si trabaja en una institución pública, ella encarna al Estado, el Estado solamente existe cuando encarna, es decir, cuando hay personas que cumplen sus funciones. Así, la persona servidora pública se ata a los valores estatales, que jamás pueden, por tanto, considerarse éticos.

Si hacemos uno mismo el deber ético y el deber ético público, nos quedamos sin guía moral complementaria que nos resuelva los conflictos. Solamente podemos y debemos pensar en la existencia de códigos de conducta, en códigos deontológicos, de obligaciones de conducta, no de ética. Lo que sí tendría sentido, ya que la ética pública protege la ideología del Estado y no los valores éticos universales.

Pero… ¿los códigos de conducta nos resolverán la corrupción, o solamente son un intento más de percepción pública?

Como siempre, la mejor respuesta la tiene usted.

sergio.montoya@auladh.com

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